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Esaú Armando Solchanga Ortiz
20/09/2022
Imaginemos que estamos en la prehistoria y cazamos la comida para nuestra familia. De repente, sin saber cómo, de entre los árboles sale el oso más grande y violento que hayamos visto. Y, peor aún, ¡nosotros somos su cena!
Ahora, podemos preguntarnos: ¿Qué sentiríamos? ¿Qué emoción se apoderaría de nosotros? La respuesta es obvia: miedo, incluso terror. Entonces, sería bueno reflexionar: ¿Qué es esta emoción y por qué existe?
Lo primero que debemos saber es que todas las emociones son estados mentales (pensamientos) y que siempre van acompañados de cambios fisiológicos en el ritmo cardiaco, sudoración, movimientos del estómago y de los intestinos, etcétera.
Cuándo se presentan y con qué intensidad depende de la emoción. Tan solo hay que recordar las mariposas en el estómago cuando nos enamoramos, o cómo late el corazón al estar felices. Cada emoción viene de manera natural con ciertas reacciones y pensamientos. Las emociones sirven para adaptarnos y sobrevivir.
En el caso del miedo, es una emoción que se presenta cuando estamos en una situación real (como ante un oso), o imaginaria (una pesadilla), que pone en riesgo nuestra sobrevivencia. Su función principal es preservar nuestra vida e integridad, ya que, con las reacciones fisiológicas, como una respiración agitada, más latidos de nuestro corazón, sudoración y la adrenalina producida por el cerebro, nuestro cuerpo se alista para supervivir, huir por nuestra supervivencia o, en el peor de los casos, paralizarnos.
Como podemos ver, el miedo es útil porque ayuda a sobrevivir, pero si se sale de control, se torna en terror, pánico, ansiedad o fobia que quitan calidad a nuestra vida.
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