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Viviana Pérez Lara
03/06/2022
Las emociones son un fenómeno subjetivo; cada una de ellas ayuda a la supervivencia. En el caso del enojo, implica una respuesta biológica que nos lleva a defendernos o protegernos de algún ataque. Esto nos predispone a la lucha o a la huida, pero también es una experiencia que permite mayor autoconocimiento, nos muestra situaciones que nos desagradan ante las que debemos establecer límites no violentos.
El enojo se da de manera inmediata y anula la parte más lógica y congruente del cerebro, para incrementar la actividad cardiovascular y respiratoria. El peor momento para pedir a alguien que se tranquilice es cuando experimenta enojo. De hecho, es un error decir “cálmate”, porque se altera más.
Después de los siguientes 30 o 35 minutos, esta emoción debe auto limitarse; quien dura más tiempo enojado es porque actúa, o ha aprendido que le funciona estar enojado para obtener lo que quiere.
Entonces, ¿la expresión del enojo es saludable, o se vuelve dañina en algún momento? Cabe aclarar que el enojo, por sí mismo, no determina conductas violentas o agresivas. Siempre se tiene la posibilidad de valorar, reflexionar, considerar los derechos de las otras personas y los propios. Además, atender lo que nos acontece de manera responsable y comprometida, y solicitar apoyo emocional en caso necesario.
Existen diferentes alternativas de autorregulación emocional, pero ¿Cómo manejamos el enojo?, ¿esta forma nos permite sentir satisfacción o termina por generar malestar o culpabilidad?, ¿Cómo reacciona nuestro cuerpo cuando experimentamos enojo? Y, ¿Cuánto tiempo suele durar?
La expresión de nuestras emociones es parte de un aprendizaje. Es posible que nos encontremos con aciertos y desaciertos, pero lo importante es no desistir en el compromiso con nuestro bienestar.
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